Enrique de Mesa
Recita mi hermano:
Pablo Romero Montesino-Espartero (Año 1980)
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Otro documento sonoro rescatado entre nuestras viejas cintas magnetofónicas, ésta, grabada en el año 1980 por mi hermano Pablo (Simbad) y dedicada a su hijo Alejandro cuando tenía siete años.
Cae la tarde dorada
tras de los verdes pinos.
Hay en las altas cumbres
un resplandor rojizo,
y el perfil de los montes
se recorta en un nimbo
de luz verdosa, azul, aurirrosada.
En el añil el humo está dormido.
Quieta la tarde y dulce.
-Ven al campo hijo mío;
comeremos majuelas,
iremos al endrino,
te alcanzaré las vayas de los robles,
y, en aquel regatillo
de los helechos, cogerás las piedras,
y cortarás los lirios.
Entre mi mano, suave,
su manecita oprimo,
y avanzamos parejos
por el albo camino.
Los cuencos y colodras
del viejo cabrerizo,
llenando va la ordeña
con blanco chorro mantecoso y tibio.
Y la leche, aromada
de menta y de tomillo,
sus fragancias esparce
por el verdor ya seco del aprisco.
-¿Tienes hambre? Si vemos
al pastor de los chivos,
al que en las “Maribuenas”
la otra tarde te dijo:
“Vaya un zagal con los ojuelos guapos”
llámale, y le pedimos
una cuerna de leche
y el cantero de pan que te ha ofrecido.
Es tarde, los trucheros
se recogen del río;
cubren con sucias ropas
los cuerpos denegridos
y entre la malla de la red platea
la pesca que rebosa del cestillo.
De su pinar se tornan los hacheros;
aire lento y cansino;
en los hombros, las hachas,
y en sus gastados filos,
un reflejo fugaz, que a ratos hiere
los semblantes cetrinos.
Se acercan. -Buenas tardes.
-Vayan con Dios, amigo...
-¿Pero no los conoces?
El de la aijada es Lino
el que la otra mañana
trajo al Paular el nido,
el que baja en el carro de sus bueyes
los troncos de los pinos...
-¿Te fatiga la cuesta?
Descansaremos, hijo.
Aquí, no; más arriba,
que ya se siente la humedad del río.
La espesura del roble
va cerrando el camino;
se oye el graznar de un cuervo
y un lejano silbido.
-¿Por qué te paras?... ¿Tiemblas?...
¿Acaso tienes frío?...
¡Ah, ya...Caperucita¡
No temas; vas conmigo.
El lobo vive lejos
y es generoso y noble con los niños.
Finge un céfiro blando
misterioso suspiro;
el pipiar de las aves
ha cesado en los nidos.
-¿Que te lleve en mis brazos?
¡Siempre acabas lo mismo¡
Agárrate a mi cuello;
no sueltes y te caigas, hijo mío.
No siento la materia;
es aire y luz mi pensamiento limpio.
De la carne desnudo,
llevo al viento el espíritu.
-¿Vas bien?...No me responde.
Como el humo en el aire, se ha dormido.
¡Ay, deleitosa carga,
de mi cansancio alivio¡
tras de los verdes pinos.
Hay en las altas cumbres
un resplandor rojizo,
y el perfil de los montes
se recorta en un nimbo
de luz verdosa, azul, aurirrosada.
En el añil el humo está dormido.
Quieta la tarde y dulce.
-Ven al campo hijo mío;
comeremos majuelas,
iremos al endrino,
te alcanzaré las vayas de los robles,
y, en aquel regatillo
de los helechos, cogerás las piedras,
y cortarás los lirios.
Entre mi mano, suave,
su manecita oprimo,
y avanzamos parejos
por el albo camino.
Los cuencos y colodras
del viejo cabrerizo,
llenando va la ordeña
con blanco chorro mantecoso y tibio.
Y la leche, aromada
de menta y de tomillo,
sus fragancias esparce
por el verdor ya seco del aprisco.
-¿Tienes hambre? Si vemos
al pastor de los chivos,
al que en las “Maribuenas”
la otra tarde te dijo:
“Vaya un zagal con los ojuelos guapos”
llámale, y le pedimos
una cuerna de leche
y el cantero de pan que te ha ofrecido.
Es tarde, los trucheros
se recogen del río;
cubren con sucias ropas
los cuerpos denegridos
y entre la malla de la red platea
la pesca que rebosa del cestillo.
De su pinar se tornan los hacheros;
aire lento y cansino;
en los hombros, las hachas,
y en sus gastados filos,
un reflejo fugaz, que a ratos hiere
los semblantes cetrinos.
Se acercan. -Buenas tardes.
-Vayan con Dios, amigo...
-¿Pero no los conoces?
El de la aijada es Lino
el que la otra mañana
trajo al Paular el nido,
el que baja en el carro de sus bueyes
los troncos de los pinos...
-¿Te fatiga la cuesta?
Descansaremos, hijo.
Aquí, no; más arriba,
que ya se siente la humedad del río.
La espesura del roble
va cerrando el camino;
se oye el graznar de un cuervo
y un lejano silbido.
-¿Por qué te paras?... ¿Tiemblas?...
¿Acaso tienes frío?...
¡Ah, ya...Caperucita¡
No temas; vas conmigo.
El lobo vive lejos
y es generoso y noble con los niños.
Finge un céfiro blando
misterioso suspiro;
el pipiar de las aves
ha cesado en los nidos.
-¿Que te lleve en mis brazos?
¡Siempre acabas lo mismo¡
Agárrate a mi cuello;
no sueltes y te caigas, hijo mío.
No siento la materia;
es aire y luz mi pensamiento limpio.
De la carne desnudo,
llevo al viento el espíritu.
-¿Vas bien?...No me responde.
Como el humo en el aire, se ha dormido.
¡Ay, deleitosa carga,
de mi cansancio alivio¡
Enrique de Mesa
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20 comentarios:
La vista, el oído, el gusto, el olfato y hasta el tacto, se han reunido en mí, al leer este hermoso poema. Precioso.
Un abrazo
Qué bonito... Me ha puesto los pelillos de punta, es que un buen recitar, y acompañado de música, me hace éso. La voz de tu hermano es muy parecida a la tuya, si no la recuerdo mal.
No reconocía la voz inicial, hasta que he oído algo sobre no sé qué coronel...(Es broma)
Un abrazo.
que bonito!!! llevo forzando la vista pintarrajeando ya sabes y llegar a tu casa y poder disfrutar cerrando los ojos ufff impagable
y encima al campo
Besicos
Hermosa poesía. Ternura que cobra vida en la varonil voz de tu hermano y la música que la acompaña.
Conjunción indivisible para un recitado perfecto. FELICITACIONES a Simbad y gracias a ti Terly, por tan bello obsequio.
Besos.
juliana
Qué buen documento sonoro. Gracias por compartirlo, amigo.
Gracias, solo gracias... MUCHAS GRACIAS. Abrazos.
Qué gran rescate, tú sigue rescatando estas joyas y compartiendo; entrañable.
Un abrazo grande.
Es un poema precioso y entrañable, Terly.
¡Qué documentos más valiosos se crean con el paso del tiempo!, ¿verdad?
La voz de Pablo acariciando la tierna infancia de su hijo...
La verdad es que gracias a ese don que tienen nuestros recuerdos de embellecerse con el paso del tiempo, podemos revivir ese Amor cálido y protector que alguna vez sentimos con nuestros padres o hijos.
En mi caso, el recuerdo se remonta a los cálidos brazos de mi padre. Me cogía en su regazo envuelta en una mantita de rayas verdes y negras y así, me acunaba durante lo que a mí me parecían horas, "donde el tiempo no es tiempo", porque no existe.
Luego, cuando me hice más mayor, y ya no me acunaba, volví a revivir la misma sensación y el mismo sentimiento la primera vez que vi una camada de perrillos recién nacidos junto a su madre.
Lo recuerdos, con el paso del tiempo, adquieren esa sorprendente capacidad de sublimarse, y hasta los más tristes se convierten en una especie de carrusel de imágenes que despiden una mezcla de melancolía y felicidad.
Un fuerte abrazo, amigo.
PSD: Acabo de ver el video de tu recital con ZeroArt... me ha encantado verte y escucharte, Terly. Enhorabuena a todo tu grupo y amigos poetas.
¡Ay! deleitosa carga,
de mi cansancio alivio...
No puede ser más bello y metafórico, amigo. Gracias por compartirlo.
Besos. María.
Una preciosidad,tanto el poema como el recitado con tintes machadianos...Hemos recorrido el camino,subido las cuestas y buscado al pastor...Qué bello sueño el del hijo cansado en brazos...!
Felicito a tu hermano,al autor del poema y a ti por compartirlo.
Mi felicitación por tu participación con ZeroArt,todo un éxito.
Mi abrazo inmenso,Terly.
M.Jesús
Exquisita descripción de la sierra y su trajín.
Saludos.
Qué belleza
en esta familia todos sois artistazos...
un saludo
Hermoso poema con una perfecta musicalidad. Poema que te invita a caminar por los mismos caminos.
Un abrazo
¡Qué belleza y qué
ternura Terly!
Es fácil imaginar los
pasos que por tan bello
paisaje se han dado.
Entrañable poema.
Un abrazo muy grande
Esto ha sido un regalo por partida doble, amigo Terly! Tan hermosa poesía y tan bella voz....Un lujo para quienes te visitamos poder disfrutarlo!
Muchas gracias por tan emotivo regalo!
Núria
qUÉ AFICIONES TAN BONITAS Y VALIOSAS LAS DE ESTA FAMILIA rOMERO Y QUÉ REGALO PODER DISFRUTAR DE ELLAS.
La dulce carga de los hijos siempre la llevamos en nuestros brazos, aunque hayan crecido ¿No crees Terly?
Un beso, amigo
Terly, ¡qué recuerdos! caminando por el paisaje del campo al lado de un hijo.
Seguridad y ternura se unen al mismo tiempo y no queda nada atrás, solo ese hermoso diálogo de bellas palabras, unidas al recuerdo de la inocencia y de esos pocos, pero felices años que te regala la vida.
Ya conocía el poema, es precioso y
la cinta, un documento digno de conservar, por todo lo entrañable que encierra.
Un abrazo amigo.
Una gozada desde todos los puntos de vista.
¡ Qué suerte compartir la belleza escrita y sonora con la familia!
Un abrazo.
Enrique de Mesa se inspiraba con frecuencia en la naturaleza y en las costumbres castellanas. Este poema, de un enorme lirismo, recuerdo que cuando éramos pequeños mi padre nos lo recitaba con frecuencia, hasta el punto de llegar a aprenderlo casi de memoria.
En una de estas ocasiones en las que siendo ya padre mi hermano, llegaban a su mente los recuerdos de su niñez, lo grabó en una cinta magnetofónica de las de aquella época dedicandosela a su hijo Alejandro que entonces contaba unos siete años aproximádamente. Esto sucedió en el año 1980 y ahora removiendo el pasado, ha aparecido, he considerado que era un bonito documento para compartir y así lo he hecho.
A todos, amigos míos os agradezco como siempre vuestras visitas y comentarios.
Besos y abrazos.
Gracias a todos por vuestras amables palabras en lo que a mi se refiere. De mi lado, me veo obligado a dárseslas también al autor que me permitió vivir su poesía como niño (mi padre me la recitaba frecuentemente) y como padre cada vez que llevaba a hombros a mi hijo Alejandro, por el campo.
Pablo (Simbad)
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