De
Pablo Romero Montesino-Espartero
(mi hermano)
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Foto : La prima de riesgo…en el banco.
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LA PRIMA DE RIESGO
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Tenía cuatro años más que yo y era morena, esbelta, de ojos negros, cintura de diábolo, pechos turgentes y proporcionados, piernas que no terminaban nunca, boca carnosa y una espalda que confluía en un trasero que mis ojos eran incapaces de evitar cuando se movía.
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En las noches del verano cacereño de los años 50, la familia se reunía en el jardín y ella se solía sentar frente a mí a sabiendas de que me paralizaba el mero hecho de verla. Cruzaba sus piernas permitiendo que su falda quedara por encima de sus rodillas y cuando las descruzaba, clavaba su mirada en mis ojos, para comprobar que los desviaba hacia los más recónditos rincones de su cuerpo. Tenía novio, y a veces presencié desde cierta distancia, cómo en la semipenumbra de la pobre iluminación de aquellos tiempos, se fundían sus cuerpos en prolongados besos y arrumacos. Estoy seguro de que sabía que yo la estaba observando e incluso que lo hacía para ver mi reacción.
En las noches del verano cacereño de los años 50, la familia se reunía en el jardín y ella se solía sentar frente a mí a sabiendas de que me paralizaba el mero hecho de verla. Cruzaba sus piernas permitiendo que su falda quedara por encima de sus rodillas y cuando las descruzaba, clavaba su mirada en mis ojos, para comprobar que los desviaba hacia los más recónditos rincones de su cuerpo. Tenía novio, y a veces presencié desde cierta distancia, cómo en la semipenumbra de la pobre iluminación de aquellos tiempos, se fundían sus cuerpos en prolongados besos y arrumacos. Estoy seguro de que sabía que yo la estaba observando e incluso que lo hacía para ver mi reacción.
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Algunas noches, en el jardín se ponía música y se bailaba. En ausencia del novio, en más de una ocasión tuve la oportunidad de bailar con ella; eran momentos en que la sangre afluia a mi cabeza de tal forma, que todo mi cuerpo entraba en ebullición. Rozaba intencionadamente su pecho contra mi brazo y en ciertos pasos del baile, introducía una pierna entre las mías. No dormía pensando en ella, y de día era incapaz de centrarme en nada, pues ella siempre ocupaba mi cerebro.
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Han pasado muchas décadas de aquella prima de riesgo, y ahora vuelve a mi vida disfrazada de punto básico, para de nuevo, quitarme el sueño.
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Pablo Romero Montesino-Espartero
(mi hermano)
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