28 may 2008

EL GUADARRANQUE




Rescatado entre los comentarios que me hace mi hermano Pablo en uno de mis post antiguos y que merece la pena de ser publicado como entrada principal.
Al saber el amor que tengo por ésta, nuestra tierra extremeña, a modo de comentario me informaba con pelos y señales de lo que encontró al adentrarse en el valle del Guadarranque, donde tiene su casa.

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Cuando entras en el valle, al atardecer, la primera sensación agradable que percibes en tus sentidos, es la fragancia salvaje, de miles de espinos floridos vestidos de blanco níveo, que el sol en su declinar los va tornando rosáceos. Su aroma es solo comparable al de la flor de azahar.La dos sierras que flanquean el valle van tiñéndose de color aurirrosado al mismo tiempo que las flores de las jaras, que por doquier invaden las laderas de las manchas, tímidamente van cerrando sus pétalos cobijando bajo ellos sus pistilos amarillos.Los llanos, sembrados aquí y allá de encinas en flor y robles desarrollando sus hojillas verde pistacho, parecen gigantes en medio de un mar verde de hierba fresca, en el que las margaritas, los cantuesos y las matas de romero en flor, lucharan por su espacio vital.Por la izquierda, el Guadarranque se hace oir, porque este año la lluvia ha sido pródiga en nuestro valle. A medida que nos acercamos al vado del río, echamos en falta el ver ciervas pastoreando entre las encinas. La explicación está en que han parido o lo están haciendo, y solo en noche cerrada se atreven a dejar la crías en sus encames para buscarse el sustento. Al llegar al vado que te permite cruzar el río, sientes el remordimiento del que vulnera la virginidad del paisaje, pues es tal la pureza del agua que corre ante tus ojos, que te resulta una ignominia, meter en su cauce las ruedas contaminadas del coche. A pesar de todo, una fuerza extraña, te obliga a detenerte en medio de la corriente, para contemplar a derecha e izquierda el túnel arbustivo formado por los alíseos, los fresnos y algunas escobas en flor y escuchar los acordes del ruiseñor bastardo que desde los aledaños de su nido y movido por el celo que le quema, transmite a la hembra en huevos.Enfilamos el camino hacia la casa flanqueado por el monte bajo y el brezo, y plantado en medio de él, un corzo con pelaje de verano, nos da la bienvenida, y luego de lanzar al aire su ladrido de aviso, mostrándonos el algodón blanco de su escudo, se aleja velozmente para refugiarse en lo más recóndito del monte cercano.Recortada por la sierra Palomera, la casa con su tejado bermejo, y en la más absoluta soledad de las soledades, parece alegrase al vernos, cansada ya de tanta visita de insaciables cervunas, que no respetan distancias y descaradamente arremeten contra los geranios de las rejas y las plantas del porche.La zorra que ya ha oído el coche, no tardará en hacer acto de presencia, y sentada ante la puerta de la casa, reclamará su ración. Hay que encender el fuego a escape, pues la temperatura con el declinar del sol, hace que el termómetro en poco rato se hunda bajo cero.Hace frío fuera, pero merece la pena contemplar aunque sea por unos instantes, el espectáculo de un firmamento casi tangible que invita a embriagarse de distancias infinitas. Al salir, el olor de la leña de encina ardiendo en la chimenea, hace que inspires profundamente como queriendo llenar tus pulmones de Extremadura. Das gracias a Dios que te permite disfrutar de su privilegiada naturaleza y corres bajo la mirada de tantas constelaciones, a refugiarte en un sillón, mientras en el hogar chisporrotean ya los troncos hechos ascuas.

2 comentarios:

ARCENDO dijo...

Preciosa descripción. Pero yo pasaba por aquí también para informarte de que te acaba de caer otro PREMIO en mi blog, cuando quieras te pasas y lo recoges en esta dirección:
http://arcendo.blogspot.com/2008/05/premio-huellas.html
saludos.

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

Qué bella descripción de esta tierra donde vivo, gracias.