Foto de Terly (En nuestro viaje a Sicilia en Mayo de 2010)
ORACIÓN FÚNEBRE A CONSTANTINO FERNÁNDEZ GARCÍA
Escrito por su hijo José Carlos Fernández Romero y leído en la misa de funeral
Hay una medida infalible de la huella que dejamos en este mundo, una medida del bien otorgado, y otorgado con bondad de corazón: Esta medida son las lágrimas que derraman todos aquellos que hemos estado junto a ti: Padre maravilloso, el que todos quieren tener y que al no encontrarlo en la tierra, o como arquetipo divino del mismo, lo encuentran en el cielo. Padre maravilloso, hombre bueno, infatigable luchador. Según hemos ido llamando a familiares y amigos, para comunicar la triste noticia de tu enfermedad, que te consumía silenciosamente, o de tu muerte, tan repentina e inesperada, ¡cuántos han llorado, mudos de emoción, los mismos, seguro que ahora están llorando de gratitud. ¡Tal es la medida de tu bondad!
Querido Padre, querido esposo, querido hermano, querido amigo, querido suegro y querido familiar, querido jefe, querido abuelo:
Hay una palabra que es seguro que repiten silenciosamente todos los aquí presentes más todos aquellos que no han tenido oportunidad de asistir a este homenaje a tu memoria, pero a él se unen en sentimiento y corazón.
Esta palabra es GRACIAS
GRACIAS por tu generosidad, la generosidad de quien está siempre dispuesto a dar y dar a manos llenas, y al mismo tiempo transforma a quien da.
GRACIAS por tu paciencia, una paciencia perseverante e inteligente, como la de la Naturaleza, que tanto te gustaba contemplar y con tanta paciencia la interrogabas.
GRACIAS por tu ejemplo moral que jamás desfallecía.
GRACIAS por tu fortaleza viril, que a tantos amparaba, como la sombra protectora de un roble milenario. Inmóvil, firme y seguro en las tempestades de la vida.
Hiciste bandera del “enseñar al que no sabe”, y ¡con qué paciencia lo hiciste! grabando como en una piedra, para que jamás fuera olvidado.
Y si de piedra hablamos, ¡qué vocación de Constructor! Con inteligencia clara y mano vigorosa. Con pasos bien dados, firmes, sin retroceder nunca, incansable.
Construir, construir, construir, ¡qué capacidad de trabajo! Juegos para los hijos o los nietos, casas, fábricas, tiendas en las que muchas veces tú mismo hacías los montajes eléctricos, dejando asombrados a los empleados, a quienes siempre trataste paternalmente. Plantando encinas en macetitas que tú mismo transportabas a la tierra, por cientos, porque lo pequeño y parco no entraba en tu naturaleza. Abuelo y patriarca de la familia, cocinando tú solo para todos los convidados todos los domingos, muchas veces para más de veinte personas; o viajando, con más de 75 años infatigable por toda la geografía española muchas veces más de 7000 kilómetros por mes.
Construir sin fatiga, ser constante haciendo siempre honor a tu nombre, CONSTANTINO. Constante en aprender también, ¡no importando la edad! de patrón de embarcación con más de sesenta años, para llevar feliz tu pequeña barca en el Mar Menor de Murcia; o Informática, desde la A a la Z, ya con más de 70 años, el alumno de más edad, seguro, en la historia de esa academia, un curso de más de 300 horas a la que no faltaste a una sola clase, en medio de las burlas sin malicia de tus jóvenes compañeros y la descortés impaciencia del profesor.
Te sentías siempre joven para hacer, para planear y ejecutar, aunque sabías que el cuerpo cada vez acompañaba menos el ímpetu vigoroso de tu alma. Ya enfermo, en estos últimos días, sin casi poder afeitarte en el hospital decías, mirándote al espejo: ¡qué deterioro! Y te sentías como un Niño de Oro, como el Principito de Saint Exupery, en un cuerpo cada vez más decrépito.
Enamorado de la magia y vida de los números, que te seducían y tentaban, y a los que encontrabas un íntimo sentido; del comercio, que era para ti más un arte que sólo un medio de vida; siempre con un refrán en tus labios, una joya de la sabiduría popular, adecuado a cada ocasión, con una memoria de ellos que a todos nos dejaba pasmados.
Porque perdiste un padre, tu gran tragedia, con menos de 14 años y en condiciones tristísimas, quisiste ser como un padre para todos, para que todos pudieran tener el tesoro que siempre soñaste para ti.
¡Y quien no se sentía seguro a tu lado! Y ahora, tu gran inseguridad, la de la muerte, que examinabas una y otra vez filosóficamente, por ti mismo, sin querer atarte a ningún tipo de creencia, ahora ha desvelado ya su misterio ante los ojos de tu alma.
Y has comprobado al fin que la muerte no existe. Y seguro que otra vez te sientes liviano, joven, feliz, puro, y ante un camino luminoso que debes seguir y que nosotros, si superamos como tú las pruebas de la vida, intentaremos seguir también.
Y así nos volveremos a encontrar, en el Cielo o en la Tierra, en un mundo de sueños e ideales, o en el del batallar constante de esta vida.
¡BUEN VIAJE, PEREGRINO!
¡FELIZ VIAJE, GUERRERO DEL ALMA, SIEMPRE INFATIGABLE!
SEA NUESTRA GRATITUD COMO UN VIENTO QUE IMPULSE LAS VELAS DE TU BARCO, EN ESTA NUEVA SINGLADURA, Y TE LLEVE AL PUERTO ESPERADO Y SOÑADO
¡GRACIAS TINO!
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LAS HOJAS QUE HE PERDIDO EN EL CAMINO
De Terly
Tras una enorme lucha, dolores sobrehumanos y un sufrimiento ímprobo, Tino nos ha dejado.
Fue un hombre bueno. Sé que suele decirse siempre de las personas que se van, pero en este caso os aseguro que es cierto. No voy a decir nada que su propio hijo José Carlos no haya dicho ya mil veces mejor que yo pudiera hacerlo, sólo quiero desde aquí darle las gracias por su amistad, por lo mucho que quiso a toda su familia, entre los que me encuentro como parte integrante y por la ayuda que siempre me prestó como si de mi propio padre se tratara.
A continuación dejo un soneto que le dedico y, una vez que el dolor que me embarga es tan grande que no me permite pensar de momento en escribir, os dejo por una temporada hasta que consiga sacar fuerzas de flaqueza y recuperarme de este golpe que tanto daño me ha proporcionado.
A los que tenéis fe, os pido una oración por su alma y a los que no la tengáis, por si acaso, unas palabras dirigidas hacia lo más Alto.
Foto de Terly.
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.LAS HOJAS QUE HE PERDIDO EN EL CAMINO
(A mi cuñado Tino, mi compañero del alma y mi amigo)
-Desde la tristeza y el dolor por su marcha-
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Las hojas que he perdido en el camino,
han tapizado mi alma de tristeza,
mis flores ya no lucen su belleza ,
tan solo han conservado algún espino.
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Sentado en una sombra, bajo un pino,
ya no gozo del bosque su grandeza,
mi mente solo aparta la maleza,
en busca de algún río cristalino.
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.Quién pudiera encontrar tras el collado,
en la inmensa y distante lejanía,
un nítido horizonte de sosiego
.
.donde dejar mi cuerpo abandonado,
donde la luz, la paz y la armonía,
sofoquen, ¡ay!... en mi interior su fuego.
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Terly
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